Me acerco a la sensibilidad pura de las flores,
al delicado cuerpo de un tallo joven que con la brisa se balancea.
Soy parte de la tierra que piso, del aire que respiro,
del agua que baña mis piernas en la orilla del mar.
Soy uno mas en la montaña, postrado ante el basto océano,
con los ojos cerrados y escuchando las olas como vienen y van.
Las noches sentado mirando hacia el cielo,
contando las estrellas y algún cometa mas.
Siento el giro de la tierra, siento de las aves el despertar,
incluso cuando toco las aguas, siento como nada un calamar.
Pongo las mano en la tierra y siento su alma quejar,
como suda por volcanes, como se quita el calor con un casquete polar.
Siento que los vientos intentan decirme que algo va mal,
que soplan mas fuerte, que soplan sin cesar.
Pero siento todo eso y mucho más,
hasta algunos corazones de personas que veo pasar,
que van con la cabeza baja, que necesitan hablar.
Tengo esa sensibilidad, la de sentarme observando y sufrir por los demás.