Parece que la cirugía de esta mañana ha salido bien
y los autobuses transitan por nuevas arterias de sangre limpia.
Ha caido la noche con todo el peso de la realidad
acompañada del frío que hace moquear la nariz esnifando grado a grado.
Ya está aquí el autobús,
no hay ordas de hipopótamos,
ahora son zombies.
Cabezas agachadas como reos antes del juicio,
silencio seco si alguna vez fue húmedo.
Pongo la vista borrosa y saliendo de la ciudad a través del cristal,
vuelan las luciernagas entre calles y pisos.
Gooooooool! Parece que se juega algo en una radio afónica
que se oye como un eco en la montaña.
Se oye un murmullo al fondo,
los zombies vomitan palabras supongo que para hacer hueco a la cena
antes de comerse el cerebro de alguien a fuerza de idioteces.
Vuelvo caminando por las calles y paso por el banco bajo el garrofero
donde no está el mendigo,
pero sí el litro de vino, esperando vagabundo,
que llegue alguien mañana y lo beba.
Fai frío como diría un galego.

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