Otra mañana camino delante del banco,
bajo el garrofero,
donde el mendigo se toma un vino
con el lujo de unas vistas que no se ven desde algún hotel.
Otra vez el autobús,
ordas de hipopótamos irrumpen como toros de San Fermín,
la calma del mar en un amanecer se torna corral gallinaceo
en concurso de cacareo matinal.
Árboles emborronados como pinturas de un artista emborrachado
que mueve el pincel sin sentido y lo llaman arte.
Fluyen los autobuses por las arterias de la ciudad enferma de colesterol,
estent continuos para salvar las aneurismas
que se provocan y desangran la paciencia de las plaquetas.
Fa frío que diría un galego.