Te tuve en mis labios y caí prisionero del mayor amor que he sentido dentro.
Esclavo de tus ojos
en una cárcel de tiempo donde el reloj castiga a sonido del tictac
cada segundo que falta para volver a verte.
Tuve en mis labios la dulce miel,
emborrachándome de un azúcar que mi páncreas no sabía digerir,
caí enfermo de tus encantos,
la rosa perfecta del jardín.
Tuve en mis labios los sonido que salidos de mi boca recitaban para ti,
los sonidos que entre sabanas sólo tú podías oír,
esos sonidos que en tu oido siempre te quise decir,
esas palabras de un Te Quiero que salían de mi pecho y que podía sentir.
Tuve en mis labios la mujer más divina que ha podido existir,
la que sin tocarme a dejado un sello de por vida para que,
si no estoy con ella,
sólo sepa sufrir.
Una mujer etérea.
María Luisa

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