En la oscuridad de la noche
escucho en el silencio atronador,
alaridos en la distancia.
Mi niña, no te olvido
tu mano sigue cogida a la mía,
tu imagen en mi retina,
tu sonrisa en mi alma.
Así como la gloria es eterna
mi dolor, permanece
instaurado entre mis venas
incrustado en las raíces profundas de mi ser.
No hay consuelo para esto
no hay calma espiritual
no hay ya remedio.
Te fuiste y aun con tu sonrisa
no hallé paz,
La busque desde tu marcha
pero se hace esquiva su presencia
y al pasar los años
cuando me reúna contigo
Descansaré.